“Me ahogaron” y “me arruinaron” son las dos expresiones que escucha, casi a diario, Martín Pinto. El presidente del Centro de Panaderos de Merlo actualiza datos a Buenos Aires/12 y afirma que ya cerraron 620 panaderías de barrio en toda la provincia desde que asumió Javier Milei. El consumo de pan está a la mitad del que había en 2023 y la capacidad operativa al 60 por ciento. ¿Los costos? Alrededor de un 2 mil por ciento más alto que hace dos años.

Pinto integra, en paralelo, la conducción de la Cámara de Industriales Panaderos de la provincia de Buenos Aires. Advierte que a nivel nacional ya son 1.700 las panaderías de barrio que bajaron la persiana. Un tercio son bonaerenses. A un promedio de seis empleados por comercio, arroja que más de 3.700 personas quedaron en la calle, sólo en este sector.

El agravante, dice Pinto, está en el factor humano de quienes tienen que cerrar un negocio que, en algunos casos, son de tercera o cuarta generación familiar. Cuenta que todos los viernes, la cámara se reúne para analizar la situación y se repiten los relatos trágicos. “Un día llega uno y tira que a Marcelo de Tandil le agarró un infarto, u otro colega en Junín un ACV, no se puede así”, señala.

Incluso, en reuniones con panaderos, algunos sostienen que “quieren fundirse ya porque no aguantan más la incertidumbre”. Pinto explica que no hay parámetros para planificar el día a día, con un consumo que en los últimos dos años cayó un 50 por ciento sólo en lo que respecta al pan. En las facturas, por ejemplo, el descenso fue del 85 por ciento.

Estos datos tienen su correlato con los indicadores que publicó, recientemente, el ministro de Economía bonaerense, Pablo López. Allí se observa que, según la CAME, las ventas minoristas en julio 2025 cayeron un 5,7 por ciento respecto a junio y un 10 en relación al mismo mes del 2024.

La misma debacle se percibe desde indicadores nacionales. La recaudación del IVA a través de ARCA en julio fue un 8,8 por ciento menor que en junio y un 9,5 por ciento más baja que en julio del año pasado. 

En paralelo, la boleta de gas y de luz se triplicó, el combustible pasó de 350 pesos el litro en diciembre de 2023 a 1.300 pesos, y los alquileres también crecieron de forma descomunal. “Yo terminé el 2023 pagando 400 mil pesos por mi local con vivienda, y hoy estoy en 2,5 millones de pesos, ¿dónde está la inflación del 1,8 o lo que sea?”, protesta el dirigente que en Merlo representa a más de 700 panaderías.

Y todo aumenta

Pinto trae a la charla un par de aumentos actualizados. Este lunes se conoció el incremento del 3,9 por ciento para los boletos de colectivos en el Gran Buenos Aires. También en los subtes y los peajes. Lleva, en el conurbano, un acumulado en el año por encima del 42 por ciento y el mínimo provincial alcanzó los 529,25 pesos.

“Hoy a la tarde ya vienen los muchachos a preguntar cómo hacemos porque están tan pero tan ajustados que el pedido es automático”, afirma el dirigente. En el diálogo diario con sus trabajadores, advierte que con un sueldo promedio de 1,2 millones de pesos “tienen para vivir hasta el día 15 o 20 del mes, y después piden adelantado”, indica.

A este nuevo movimiento en los costos agrega que, la semana pasada, la bolsa de harina tuvo un incremento del 7 por ciento. Y, al pasar, remarca las subas en el combustible y mantenimiento de los vehículos que constantemente elevan el valor de la logística para proveedores y repartidores.

Este combo aniquila la perspectiva para los comerciantes y sustenta la cantidad de persianas bajas, que tiene un nuevo agravante para el sector formal. Sucede que, muchas panaderías que cierran, optan por fabricar únicamente pan desde sus domicilios particulares, lo que atenta contra el precio de los que mantienen la formalidad. 

“Ya ni siquiera se venden las facturas del día anterior, con un 50 por ciento de descuento”, advierte Pinto.